Éste es un programa que une diferentes sectores de la sociedad e inspira a niñas en estado de vulnerabilidad mediante el ejemplo de vida de sus mentoras y la sociedad, “formamos futuras mujeres, por medio de la verdadera inclusión social y la igualdad de oportunidades para que construyan país”, explica su creadora, Luz Dary Bonilla.
El Contexto
Fundación Niñas de Luz vive en dos realidades diferentes:
Barrio República de Canadá - Localidad Ciudad Bolívar.
Ubicada al Sur de Bogotá, tiene más de 700 mil habitantes de estratos 1 y 0 (los más bajos en Colombia) en casi 13.000 hectáreas. Cuenta con una topografía montañosa y el 72% del área es considerada rural. Así es Ciudad Bolívar, una de las zonas más peligrosas y más pobres del Distrito Capital de Bogotá. Está conformada por 360 barrios donde impera la inseguridad, violencia, contaminación, enfermedades, maltrato infantil, niños sin escolarización, embarazo precoz y desnutrición. Estas condiciones de vida son el día a día de la densa población que habita en el suroccidente de la ciudad.
Niza IX – Localidad Suba.
La Unidad Residencial Niza IX-2 (inicialmente Urbanización Córdoba), fue construida en el año de 1982, al norte de Bogotá, en una zona habitacional de estrato 6 (el más alto en Colombia). Cuenta con 720 unidades de vivienda tipo apartamento en cinco pisos, rodeados por amplias zonas verdes que se conservan en la actualidad.
Hoy en día ocupa un lugar estratégico dentro de las zonas habitacionales de la ciudad, está rodeado de ejes viales importantes, zonas comerciales, institucionales, recreativas y médicas. Además, cuenta con zonas verdes en espacios amplios, envidiables por el confort y frescura que ofrecen a residentes, visitantes y al medio urbano.
La Historia.
Es fácil voltear la mirada e ignorar la realidad de Republica de Canadá, la mayoría lo hace; pero la indiferencia no fue una opción para Luz Dary Bonilla, una mujer que de niña vivió en carne propia muchas de las experiencias que hoy viven las niñas de la fundación, pero que con el apoyo de su madre y su mentora logró superarlas, demostrando que sí es posible salir de la pobreza. Su deseo de contribuir de manera positiva y generar un impacto en niñas de esa localidad la llevó durante mucho tiempo a realizar acciones de voluntariado social que sirvieron de inspiración y aprendizaje para crear, hace ya cuatro años, la fundación Niñas de Luz.
Luz Dary explica: “las niñas están en condición de desplazamiento, pobreza, carencias afectivas y materiales. En su mayoría viven solamente con sus mamás y hermanos. Las niñas son quienes están a cargo de la casa (limpieza, cocina, cuidado de hermanos) porque las madres trabajan para para cubrir necesidades básicas de sus familias. Todas las niñas están escolarizadas y llegan a la fundación por su propia voluntad y deseo de encontrar un lugar en donde puedan olvidarse de su rutina diaria, un lugar en donde vuelven a ser niñas y en donde reciben enseñanzas que les permiten visualizarse como las mujeres que aportarán al país un verdadero valor social”.
Son esas niñas las que inspiraron el nombre de la Fundación. “Cuando pensamos en el nombre, ellas sugirieron que fuera algo que llevara la palabra luz porque sus madres les decían que cuando ellas llegaban de la Fundación, iluminaban la casa, parecían luces. Entonces, decidí que fueran Niñas de luz, porque nuestro objetivo es que las niñas sean, a futuro, ejemplos a seguir que iluminen su sociedad, su familia y sus propias vidas”, explica Luz Dary, creadora y directora de la fundación.
Tres horas en transporte urbano para descubrir una ciudad que también les pertenece.
Con sede en el sector norte de la ciudad de Bogotá, la Fundación Niñas de Luz atiende a niñas de entre 4 y 16 años. A la fecha son 30 beneficiarias que se reúnen cada domingo en un salón comunitario luego de una larga travesía por la ciudad.
“Al principio y durante varios domingos, mi esposo y yo nos trasladábamos hasta Ciudad Bolívar, para llevar las niñas a la Fundación. Usábamos el servicio de transporte público Transmilenio. Inicialmente eran cinco niñas, pero nos sorprendíamos al ver que cada semana encontrábamos una nueva niña que quería asistir. El tiempo por cada trayecto era de aproximadamente 3 horas y muchas veces las niñas no habían comido el día anterior, pero ahí estaban siempre, esperándonos”, recuerda Luz Dary.
“Las personas de mi conjunto, comenzaron a ver que cada vez llegaban más niñas, lo que les causó curiosidad. Ver niñas con aspecto diferente, en un principio fue incómodo tanto para los habitantes de mi barrio, quienes sentían miedo de que el conjunto se viera afectado por daños o robos, como para las niñas que sentían que no pertenecían a ese sector de la ciudad. Sentían miedo a ser rechazadas y sabían que las miraban de forma extraña, lo que aumentaba su temor.
Cuando el número de niñas llegó a 25, fue necesario hablar con las personas de mi barrio con el fin de que me permitieran usar un salón comunitario de manera exclusiva para desarrollar los programas de la fundación. Era difícil pero no imposible y en el fondo sabía que todo saldría bien; las niñas cuidaban de las instalaciones en donde trabajábamos y mis vecinos comenzaron a involucrarse con la Fundación asistiendo a charlas, ofreciendo regalos o simplemente curioseando.
Antes de pedir la autorización para utilizar el salón comunitario, hablé con las niñas para saber si realmente querían continuar con sus trayectos de casi tres horas para llegar a la Fundación. También les pregunté por qué estaban siempre allí, en nuestro lugar de encuentro, sin importar sus problemas o su hambre y su respuesta fue determinante”:
“No importa cuánto tengamos que recorrer cada domingo, porque en el recorrido hemos conocido toda nuestra ciudad. Sabemos que estamos en el sector más pobre y que llegamos a un sector donde la gente tiene más dinero, parques, mejores vías, teatros, bibliotecas, museos… pero ahora sabemos que esos lugares también nos pertenecen, que podemos compartirlos y cuidarlos. Sabemos que somos diferentes, pero que podemos estar todos en el mismo lugar. Ahora podemos caminar por estos sectores más tranquilas, mucho más seguras de quienes somos y podemos hablar con otras personas que nos han enseñado que lo intelectual y material que tienen, es fruto de su trabajo, estudio y un verdadero deseo de cambiar sus vidas”.
Con esta respuesta tomé la suficiente fuerza para hablar con las personas de mi conjunto y plantearles la oportunidad de hacer un aporte social a nuestro país. La idea fue recibida de la mejor forma, y, desde hace cuatro años, nuestra Fundación tiene sede en el norte de Bogotá”, rememora Luz Dary.
Respondiendo a una historia de vida.
La historia personal de Luz Dary no es muy distinta a de las niñas que acuden a su Fundación.
“Cuando era niña, vivía en un barrio periférico de Bogotá, mi mamá trabajaba dura y diariamente para darnos el sustento a mí y a mis hermanos. Yo miraba desde donde vivía hacia la otra parte de la ciudad; esa parte lejana, de donde llegaban personas a ayudarnos, esa ciudad donde estaban los ricos, los que tenían bonitos parques, calles, teatros, bibliotecas y centro comerciales. Yo estaba segura de que nunca estaría allí, porque yo era pobre. Hasta que un día apareció en mi vida una mujer (la trabajadora social de mi colegio), que se convirtió en mi mentora y mi forjadora de sueños. Ella además de enseñarme a creer en mí misma, me llevó a esa otra parte de la ciudad que yo creía imposible para mí. Ella me enseñó a escribir mis sueños, a comprometerme a cumplirlos y a devolver a otras generaciones una parte de lo que la vida y Dios me estaban dando.
Poco a poco dejé de sentir miedo por estar en esos lugares, dejé de sentirme amenazada por las miradas de las personas que estaban allí y comprendí que yo también era parte de esa sociedad y que también podía cambiar mi vida si realmente lo quería”.
“Al pasar el tiempo y luego de graduarme como profesional y de cumplir muchos de los sueños que escribí con mi mentora, fui voluntaria de varias fundaciones, todas con proyectos que llevaban a las comunidades alternativas de ayuda a los barrios periféricos, para buscar disminuir la pobreza, el hambre, la violencia, el maltrato infantil y otras situaciones que no permiten a nuestro país salir de la indiferencia que lo mantiene en el subdesarrollo”, recuerda Luz Dary.
Del “Dios se lo pague” a programas de mentoría individual y grupal.
La experiencia en acciones de voluntariado de Luz Dary la llevó a dar un paso más allá y crear un programa de mentoría que hoy es el pilar de la Fundación.
“Como voluntaria, sabía que estaba muy bien llevar esperanza a las personas menos favorecidas, que era necesario tratar de cambiar su situación de vulnerabilidad y de mejorar sus condiciones de vida, porque eso mismo habían hecho por mí en el pasado. Pero, alguna vez nos hemos preguntado si aquellas personas, ¿realmente están buscando esa clase ayuda?, ¿la están pidiendo?, ¿la quieren?
Muchas veces como voluntaria me hice esas preguntas y a todo contestaba que sí, porque veía que todos recibían nuestras ayudas con mucha alegría, muchos: “Dios se lo pague”, pero sentía que algo hacía falta, pues cada semana veía que llegaban los mismos rostros, con los mismos problemas y me veía nuevamente reflejada en cada uno ellos.
En algún momento decidí que quería algo diferente, más allá del voluntariado y la respuesta fue tener una fundación que no donara a personas, sino que las inspirara. No quería seguir siendo la misma voluntaria que cada domingo iba hasta donde estaba la pobreza y necesidad de mi ciudad. Quería que esa pobreza y necesidad llegaran hasta aquellos que los querían ayudar. Busqué unir dos sociedades que eran diferentes. Me propuse lograr que las diferencias no fueran indiferencias sino medios para crear un cambio de vida real. Lo único que interesaba era el deseo de ser mejor de cada persona que quisiera participar”, afirma Luz Dary.
Con esta convicción, Fundación Niñas de Luz –Funiluz-, ofrece a las niñas las siguientes alternativas:
- Mentoría Individual: Cada niña tiene una mentora (voluntaria), que es elegida después de una convocatoria y una entrevista con los psicólogos de la Fundación. La mentora, durante un año, se vuelve ejemplo e inspiración para la vida de la niña que le es asignada. Juntas, trabajan en lograr los objetivos académicos, culturales y personales de la aprendiz. La mentora puede continuar con la aprendiz hasta que salga de la Fundación si así lo quieren ambas. Todas las semanas tienen comunicación y una vez al mes realizan una salida juntas, con el objetivo de aprender y conocer nuevos lugares.
- Mentoría Grupal: Los fines de semana (sábados y domingos), las niñas reciben formación deportiva con una escuela de fútbol, clases de danza para su formación artística y formación personal y empresarial mediante un programa llamado Antivirus. “Se trata de una alianza entre la Fundación y una comunidad de empresarios que busca formar a las niñas desde el ser, el hacer y el tener. El objetivo es que las niñas tengan mentalidad de ganadoras, que no permitan que situaciones externas afecten sus vidas negativamente y que busquen alcanzar sus metas desde lo personal hasta lo material, siempre de una manera responsable y honesta. También buscamos que se puedan visualizar como emprendedoras para que en el futuro creen sus propias empresas y compartan con otros su aprendizaje, emprendimiento y riqueza”, precisa Luz Dary.
- Salidas pedagógicas, culturales y recreativas: Todas nuestras actividades están enfocadas a que las niñas disfruten y cuiden espacios comunes y que su comportamiento ciudadano sea un ejemplo para toda la comunidad.
- Historias de vida: cada mes tenemos invitados especiales que, en ocasiones, son los mismos residentes del conjunto donde está ubicada la Fundación. Ellos cuentas sus historias de vida a las niñas, motivándolas e inspirándolas a alcanzar sus metas y propósitos de vida.
La Fundación apoya los siguientes sueños:
1. Ser una gimnasta olímpica: es el sueño de Angheline Cuesta Osorio. Actualmente ella está en la Liga Colombiana de Gimnasia. Ha competido en dos ocasiones y siempre ha quedado en los tres primeros lugares.
2. Ser cantante: es el sueño de Paula Cuesta Osorio. Ella en la actualidad estudia música gracias a una beca que ganó con la gestión de la Fundación.
A futuro queremos trabajar con más de 100 niñas en Bogotá e iniciar programas de formación profesional.
Logros tangibles de Funiluz
- Hemos incorporado a las niñas a una sociedad a la que ellas creían que no pertenecían.
- Las niñas han creado conciencia respecto a la importancia de cuidar su cuerpo y de no permitir abusos sexuales de ningún tipo y bajo ninguna circunstancia.
- Las niñas han tomado conciencia del problema personal, social y económico que genera un embarazo no deseado y, como resultado, desde la fecha de creación de la Fundación hasta este momento, ninguna de nuestras niñas ha estado embarazada.
- Las niñas trabajan activamente por crear espacios de paz y reconciliación tanto para ellas como para sus familias, pues la mayoría de ellas son desplazadas por la violencia y aún quedan heridas, resentimientos y violencia en sus mentes y corazones.
- Las niñas han comprendido que la consecución de bienes materiales, en la gran mayoría de los casos, son el resultado del estudio, trabajo y la determinación a alcanzar sus metas.
- Las niñas cuidan y disfrutan los bienes comunes de la ciudad.
- Las niñas han crecido personal y culturalmente.
- La Fundación ha crecido en número de niñas y son ellas quienes se encargan de traer a quienes necesitan ayuda.
- Las niñas representan cada año a Colombia en un FLASH MOB MUNDIAL por la amabilidad.
- Tenemos una niña entrenándose en la Liga Bogotana de Gimnasia Olímpica. Ha competido en dos ocasiones, quedando ambas veces dentro de las tres primeras ganadoras.
- Tenemos una niña estudiando música a nivel profesional.
- Cada niña tiene una mentora.
Tejiendo una fuerte red de apoyo
La Fundación Niñas de Luz cuenta hoy en día con 15 mentoras, todas profesionales en diferentes áreas, inspiradoras de vida, muy seguras de ellas mismas y convencidas de que pueden ser un ejemplo a seguir para las niñas. También contamos con 2 psicólogos graduados con honores y dos médicos voluntarios que mensualmente hacen chequeos a las niñas. “Además tenemos una voluntaria en Francia y otra en Inglaterra. La primera trae cartas de mujeres francesas que escriben a las niñas y luego lleva de vuelta las cartas escritas por las niñas, lo cual ha creado un lazo de amor muy importante. Paola Tello, por su parte, desde Inglaterra les cuenta a las personas de ese país sobre la fundación y cada domingo envía un video a las niñas enseñándoles algo”, explica Luz Dary.
“También hemos creado alianzas con diferentes instituciones que nos permiten brindar mejores programas de desarrollo: Comunidad Semilla de Paz y el programa Antivirus; Fundación Tejiendo sueños; programa EL MANTO DE HISTORIAS; NAVE NUBE, quien a título personal hizo una donación de zapatos escolares para las niñas; la Parroquia San Maximiliano Kolbe que hace una donación mensual de mercados para las niñas; la organización LIFE VEST INSIDE, que lidera el programa DANCE FOR KIDNESS y la ONG Young Professionals in Foreign Policy (YPFP) – Bogotá, que ha donado dinero para la fundación y realizado algunas actividades con las niñas.
En realidad, finaliza Luz Dary, quisiéramos contar con nuevos aliados tanto en Colombia como en otros países. Poco a poco más y más personas se han ido uniendo a nosotros, tejiendo una red invisible que hace cada vez más fuerte a la Fundación”. “Estamos convencidos que nuestro proyecto no está basado en cuántas personas impactamos, sino en cómo unimos sociedades y en cuántas futuras mujeres inspiramos para que cambien la vida de la niñez maltratada y realmente construyan país”.
¿Cómo ayudar?
Los fondos para el traslado de las niñas y para las diferentes actividades son insuficientes.
La fundación económicamente se sostiene con parte del salario de Luz Dary Bonilla. Algunas actividades se logran de manera gratuita o a precios muy bajos.
En este momento la fundación necesita donaciones en dinero, “pues no tenemos ningún recurso económico, más allá de parte de mi salario”, precisa Luz Dary. “Nuestra principal urgencia es conseguir un bus para trasladar a las niñas desde sus casas hasta la fundación”.
La donación de estos recursos está garantiza en cuanto al uso exclusivo para beneficio de las niñas y se presentará a los donantes una auditoría detallada del dinero recibido así como un informe de gestión de la fundación detallando actividades con su respectivo soporte gráfico.
Los datos de contacto para ser parte de esta red forjadora de sueños son: Correo: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.. Página web: www.funiluz.org. Facebook: Fundación niñas de luz. Celular 57 3005586669
Edición y traducción.
María Fernanda Escalante.
María Fernanda es colombiana, trabaja como Gerente de Estrategia y Liderazgo Intelectual para la ONG Young Professionals in Foreign Policy (YPFP) Bogotá y como voluntaria con la Fundación Niñas de Luz en donde es mentora. Tiene una Maestría en Relaciones Internacionales de Middlesex University en Londres y es profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia en Bogotá. María ha trabajado como pasante para el INCODER (Instituto Colombiano de Desarrollo Rural) y para la sede principal del ACNUR en Ginebra, Suiza. Es políglota, con fluidez en español, inglés, francés y portugués, ha vivido en 5 países y visitado 52 y puedes contactarte con ella a través de su correo electrónico: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it..